El conflicto mexicano es un conflicto armado interno de nuevo tipo. Su naturaleza expresa problemáticas estructurales profundas, nacionales y globales, a partir de la agudización de un conflicto social, cultural y político que al generar violencia propició a los actores que la pudieran conducir, llegándose al grado militar.
Así, aunque continúa la disputa por la caracterización, el diagnóstico y la solución del conflicto, éste tiene un carácter diverso y distintos campos de confrontación, y como tal sigue siendo vigente y válido. Sustancialmente es de tipo militar, no obstante este componente no se haya ejercido de manera intensiva y constante en la confrontación entre las Partes. La cotidianidad actual del conflicto no se presenta con formas de guerra abierta, sino con aquellas derivadas de las estrategias gubernamentales de contrainsurgencia, baja intensidad y paramilitarización. Y de la estrategia de resistencia indígena de los municipios autónomos zapatistas.
El conflicto tiene un profundo carácter político que no se expresa ahora en una confrontación directa entre las Partes para ganar la mesa de negociación. Igualmente, tiene un carácter social y cultural que ha quedado profundamente marcado y complejamente trabado por el alejamiento de la reforma constitucional en materia indígena, del 2001, respecto de los primeros acuerdos firmados en San Andrés en 1996.
Con todo ello, podemos afirmar que si bien el conflicto mantiene su carácter, al mismo tiempo se presenta hoy con rasgos muy distintos de aquellos con los que se presentó en 1994. Así, el conflicto sin perder su naturaleza se ha transformado, y ha entrado a una nueva etapa sustancialmente distinta que reclama un nuevo esfuerzo de comprensión y diseño de estrategias de solución.
En este marco, el EZLN ha cambiado la lógica, perspectiva y plazos de su lucha. Su estrategia planea fortalecerse en legitimidad desde abajo, con sus propios métodos y fuerzas. Frente a esta decisión zapatista hay un permanente hostigamiento de grupos paramilitares y organizaciones afines al gobierno en turno, que obedece a la disputa por el territorio y los recursos en función de los grandes proyectos trasnacionales.
Se agotó una etapa. Dado que las perspectivas de la Paz ya no pueden quedarse en la lectura de una etapa que ya se cerró, se requiere profundizar el análisis de esta nueva etapa del conflicto:
Como puede observarse, las implicaciones que tuvo el que los tres órganos del Estado mexicano (Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial), al rechazar la reforma sobre derechos indígenas acordada, fueran incapaces de vincular la Paz con la transición política, y de hacer corresponsablemente suyos los compromisos para construir la Paz, representan una crisis del proceso. Hablando coloquialmente, consideramos que no se abrió solamente otro capitulo del conflicto: se cerró un primer tomo, el primer libro, y desde entonces se ha abierto el segundo libro con otro índice, otra lógica, otra temática y nuevos actores.
Entonces, no será el diálogo y la negociación lo que reanude las posibilidades del proceso de Paz. Serán las condiciones políticas las que reanuden las condiciones de Paz, y éstas a su vez las que reanuden las condiciones de diálogo y negociación. Por ello, las tareas de la Paz deben entender las nuevas situaciones, y sus estrategias no pueden girar sólo en la lógica del libro anterior ni en la mera procuración del diálogo entre las partes.
Los actores de Paz y los de solidaridad, requieren comprender estos nuevos rasgos del conflicto, de su diagnóstico y de sus implicaciones, para atinar a diseñar las estrategias adecuadas y consecuentes que incidan con profundidad en la generación de condiciones para la Paz.
De esta manera, aparecen como retos centrales:
La construcción de Paz en México, en esta etapa nos coloca en la disputa por la profundidad, el alcance y el rumbo de las transformaciones necesarias; requiere, entonces, de una estrategia integral y de largo plazo que involucra a diversos actores y agendas y que considera: impulsar procesos de construcción alternativa y de procesos de articulación nacional y local para incidir en la situación actual. Se requiere para ello, un ejercicio de construcción de sujetos sociales de la transformación y de consensos en la búsqueda de la Paz con justicia y dignidad.
Conflictos sociales:
Hay un aumento de la violencia armada que se deriva de una mayor represión y autoritarismo, así como de un proceso creciente del uso privado de la fuerza. En este marco la guerra se ubica en la hipótesis de ser una forma de hacer política, sin canales para resolver el conflicto.
Desde la sociedad civil, hemos asumido que las causas del conflicto vinculadas a la búsqueda de la justicia, se convierten también en la concepción de Paz, entendida está como una nueva situación de justicia y democracia que implica una propuesta transformadora de la Construcción de la Paz como proceso estructural e integral de la sociedad. Ahora mismo, más allá del diálogo y la negociación, puede estarse generando un proceso de solución política de carácter estratégico en la construcción de las autonomías locales.
En ese sentido, el tema de Paz tiene dos lógicas encontradas:
Actualmente el Estado hace una labor de contención del conflicto armado para mantener su propia viabilidad política y con el propósito de dar seguridad a los inversionistas y no de resolver las causas de fondo que lo originaron.
Por su lado, la sociedad civil articulada en las tareas de Paz ha definido algunas estrategias Civiles de Prevención:
Estas lecciones deberán ser consideradas en la definición de estrategias civiles para el proceso de paz. De igual manera el debate más reciente sobre estos temas ha planteado las siguientes consideraciones:
Prevención de Conflictos Sociales:
En el actual contexto, no podemos posicionarnos sólo frente al conflicto armado, sin ubicar la creciente conflictividad social, cuyas causas se encuentran en la estructura del modelo económico y social, que genera injusticia, desigualdad y exclusión.
Ante el avance global del neoliberalismo se da un proceso de deterioro y debilidad de los Estados Nacionales, que cada vez tienen menos canales y visión para el procesamiento y solución a las causas de los conflictos social. Este se enfrenta con un mayor endurecimiento y autoritarismo ante los movimientos sociales, lo cual se ha traducido en más represión. Esta situación ha llevado a una creciente polarización social y radicalización política de los movimientos sociales.
El Estado es responsable de la situación actual, en tanto se ha convertido en un facilitador del modelo, asumiendo como tarea fundamental proporcionar las condiciones jurídicas, políticas y sociales para la inversión trasnacional. Administra los recursos públicos, sin un sentido de proyecto común de futuro, sino en función de intereses particulares y en una relación de subordinación a los grupos de poder económico y político en el mundo. Asimismo se requiere señalar la responsabilidad específica de los grandes capitales trasnacionales en esta situación, identificarlos y considerarlos de manera particular en el análisis.
A partir de las anteriores afirmaciones debemos separar la idea de crisis de la caracterización del conflicto, este pasa por diversas etapas de latencia y escalamiento, de distensión y solución, no sólo de crisis. En tanto la paz en su concepción más amplia se refiere a la agenda integral de reinvindicaciones y derechos de la sociedad, el trabajo de Paz debe ser acotado para lograr mayor efectividad a través de acciones específicas y del vínculo explícito con otras agendas. Ubicamos así la prevención y transformación de conflictos específicos en el proceso de paz.
Retos en la prevención de conflictos sociales:
En la misma sociedad se han desarrollado fuentes creativas para la transformación de los conflictos, en esta línea requerimos:
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